jueves, 16 de mayo de 2013

LA PLANIFICACIÓN POR ESCENARIOS 2/5


La idea sobre el futuro, a veces, un condicionante cultural
Parece que la filosofía, ahora afortunadamente de moda (ahí esta el notable éxito de la primera novela sobre la historia de la filosofía del profesor Jostein Gaarder - Oslo 1952 - El Mundo de Sofía), puede contribuir al progreso científico como globalizadora y método crítico conceptual. Es curioso comprobar como, en ocasiones, los asistentes a un curso de dirección de empresas en una escuela de negocios cualquiera, pueden tener la sensación, al comienzo, de que se han equivocado de sitio y se han metido en un aula donde se imparte un cursillo de filosofía.
Hay muchas formas opuestas de entender la vida. Una de ella es la insistencia en lo recibido, en reproducir gestos y pasos, en la reiteración de actitudes, lo que la reduce a una práctica inmovilidad, propia de seres instintivos que requieren muchísimo tiempo para introducir alguna variación en su comportamiento. La causa de esta conducta podemos verla en la preocupación por la seguridad, que cuando es obsesiva, exagerada, resulta desentendida de cualquier avance y enemiga de cualquier perturbación. Pero el progreso de la vida es implacable, por lo que hay otras maneras de entenderla, como es la del incesante renacer, la de un continuo esfuerzo de deshacernos del lastre que nos impide avanzar. Esta es una vida que se transforma en una lucha por adelantar.
Todos miramos hacia el futuro haciendo lo posible por tomar decisiones sabias, con la mirada atenta hacia las amenazantes incertidumbres. Como si todo no dependiera, por supuesto, de todo lo demás. ¿Cómo elegir el camino a seguir cuando no está claro qué negocios existirán dentro de 10, 15 años? ¿Cómo elegir la educación de nuestros hijos cuando no podemos saber en que tipo de sociedad les tocará vivir?
El mañana no esta escrito, y espero que sean pocos los profesionales de la estrategia empresarial que nieguen una verdad tan contundente. Los soñadores de la razón, también los echadores de cartas, son las que esperan que la acción humana camine hacia las metas que ellos predecían. Pero como dice Laín Entralgo, “el hecho de que el mañana no este y no pueda estar escrito, por que el azar, la libertad, el mal cálculo son partes integrales del destino de los hombres, de los pueblos, en modo alguno excluye el deber de planearlo ilusionada y razonablemente, según lo que, entre lo posible, parezca mejor”. Es decir, preparar acciones para el futuro es un acto perfectamente razonable, aunque no ensoñación visionaria de la razón, o proyección jactanciosa de la autocomplacencia.
Los empresarios y directivos, al tomar decisiones, tratan de optimizar su conducta desde una perspectiva intertemporal, tomando decisiones en un mundo sin certidumbres. En esto influyen dos formas de enfocar la cuestión. Desde las llamadas por el premio Nobel de economía Robert E. Lucas, expectativas racionales, se predice el futuro de acuerdo con la información disponible, lo que contrasta con las expectativas adaptativas que tratan de corregir los errores del pasado.
Equivocadamente, en ocasiones, se supone que la realidad está organizada, y por tanto bastaría con abrir los ojos para percibirla. El desarrollo de los procesos de aprendizaje, de la pedagogía, de la comunicación, nos ayudan a comprender, que para descubrir un fenómeno, una cosa, una organización, un sistema, es necesario reconstruir los elementos del objeto observado de distinta manera. Esto es así porque sólo vemos lo que somos capaces de ver. Y esto es debido a que interpretamos, asignamos significados a los estímulos con la ayuda de nuestros esquemas o modelos mentales. Un esquema es un resumen proporcionado por la experiencia. Constituyen apoyos o caminos que utilizamos para tratar de entender al mundo, aunque estos caminos pueden estar construidos con creencias y asunciones subyacente que pueden tener la capacidad de hacernos avanzar, pero también bloquearnos. Es decir, que va a depender del campo de conciencia del observador.
Como decía Baltasar Gracián, las verdades que más nos importan vienen siempre a medio decir. El prudente debe saber entenderlas. A fin de cuentas, no hay más remedio que elegir. Vivir es saber elegir. A pesar de todo, no son suficientes ni el estudio, ni la inteligencia; habría que añadir el buen gusto y el buen juicio. Porque lo peor es perderse cuando hay que elegir.
Generar pensasmiento estratégico
Nuestra mente es el único instrumento con que contamos para encontrarnos de cara a nuestra autenticidad. Hemos de indagar nuestras verdades. Si este instrumento está atorado o es pusilánime, cuanto de él salga será espurio y mezquino...Hace 356 años el citado más arriba jesuita español Baltasar Gracián recomendaba, en uno de sus aforismos de su universal Oráculo de Arte y Prudencia, la conveniencia de pensar por adelantado, “hoy para mañana e incluso para muchos días. La mayor fortuna se hace con horas de previsión. Para los prevenidos no hay malas contingencias, ni para los preparados hay aprieto.” Y añade: “Con la madurez del pensamiento cuidadoso hay que prevenir el tiempo más riguroso.”
Dando un salto en el tiempo Von Neumann, uno de los padres de las teoría de los juegos, creyó que la predicción meteorológica sería perfecta si se dispusieran de máquinas suficientemente potentes. Precisamente fue un meteorólogo, Lorenz, el que pudo demostrar lo contrario, iniciando con su intento la teoría del caos. El caos es entendido como la existencia de sistemas no lineales, y por tanto, muy sensibles a las condiciones iniciales, de modo que cada pequeña modificación puede alterar el resultado, a lo que también solemos llamar suerte. Una mínima variación, por ejemplo el aleteo de una mariposa, se va ampliando a lo largo del tiempo y puede modificar sustancialmente el panorama a miles de kilómetros.
Quizá parezca una mala noticia el afirmar que los sistemas no lineales, a los que pertenece el mundo económico, son, en su inmensa mayoría, absolutamente impredicibles. Lo curioso es comprobar que, no obstante, contienen un orden a partir del caos. También nos encontramos con la gran paradoja de que el azar y el destino conviven. Por esto, de poco sirve que juguemos a adivinos en un entorno que cada vez nos parece más turbulento. Por tanto, predecir la inflación, los beneficios de la empresa, los resultados del lanzamiento de un producto, es un ejercicio muchas veces frustrante. Las posibilidades de no acertar son mucho mayores que hacerlo. Por eso, cuando se trata de repetir una situación de éxito del pasado, es bastante probable que el resultado no se produzca de igual forma. En el mejor de los casos, lo que se pueden producir son profecías que se cumplen a sí mismas.

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