jueves, 16 de mayo de 2013

CRISIS VERSUS NUEVAS REGLAS DE JUEGO


CRISIS VERSUS NUEVAS REGLAS DE JUEGO 
Estamos padeciendo una crisis de transición entre dos olas tecnológicas. Las tecnológicas que constituyeron la base del desarrollo de los años 50 y 60 están desapareciendo. De aquí se deduce que no cabe hacer otra cosa que esperar a que maduren las nuevas tecnologías y, como consecuencia, a las nuevas industrias y puestos de trabajo que aquellas engendraron. La pregunta que cabe hacerse es: ¿acaso tiene más fundamento este mito del ciclo tecnológico largo, que aquel otro que creó la interpretación de la crisis energética del año 1973?
Porque resulta desconcertante que coincidan las fuertes caídas de las inversiones y de la productividad, con la era de los rendimientos crecientes de la industria y de los servicios que la revolución de los microprocesadores están claramente facilitando. ¿No será que en realidad tenemos ante nosotros una serie de obstáculos que impiden la puesta en marcha del nuevo rendimiento tecnológico posible?
Para orientar las respuestas a las anteriores preguntas, propongo la siguiente reflexión. Creo que estaremos todos de acuerdo en que el cambio tecnológico y económico se está produciendo más deprisa que el cambio social. Es decir, las estructuras sociales y los comportamientos no están siendo los adecuados a las nuevas realidades. Por tanto, la crisis que estamos padeciendo puede ser, en gran parte, el efecto de la oposición entre fuerzas del cambio y fuerzas de la inercia, lo que pudiera querer decir que, parte de nuestros problemas están en nuestras estructuras políticas, jurídicas, obstáculos sociales, rigideces organizacionales, en la centralización, el gigantismo, ciertas mentalidades, comportamientos individuales y colectivos, etc. La crisis, por tanto, no es más que el reflejo de esa inadaptación donde el cambio tecnológico (chivo expiatorio) no hace más que estimular esta paradoja.
Si por razones de simplicidad, reducimos todos los elementos que hay en escena a actores y estructuras, diríamos que como consecuencia de la mutación de los sistemas, ambos elementos están en crisis. Según he leído, en chino la palabra crisis está compuesta de dos ideogramas: peligro y oportunidad. Esto puede significar que las crisis traen también oportunidades ocultas de cambio a aprovechar, aunque para ello será necesario llevar a cabo, previamente, importantes esfuerzos de innovación y transformación. O sea, no hay creación sin cierta destrucción.
Resulta innegable que la relación de fuerzas está cambiando con la suficiente profundidad como para perturbar las actuales reglas de juego. La pregunta clave es: ¿cómo imponer las nuevas reglas? La respuesta puede estar en el ensayo que se está haciendo de pactos entre los actores políticos, económicos y sociales.
Pero también pudiera ser que el cambio de la relación de fuerzas llegara a ser lo suficientemente potente como para imponer las nuevas reglas (esto me recuerda la famosa sabiduría convencional de Galbraith). No hace falta ser una lumbrera para darse cuenta que para salir de la crisis habrá que adaptarse, instaurar nuevas reglas de juego, adaptar las estructuras y los comportamientos que nos permitan manejar el cambio, y no solo padecerlo. Porque la actual crisis tecnológica que padecemos durará hasta que los actores hayan aprendido las nuevas reglas, especialmente mientras algunos de aquéllos se nieguen a adaptarse.
Si como se ha pretendido reflejar anteriormente, las crisis son el efecto de las rigideces, y también el punto de apoyo para superarlas, ¿acaso es el desempleo una fatalidad? ¿Acaso la consecuencia de un consenso inconsciente entre actores relevantes de oligopolio social que defienden reglas de juego ya superadas y de las que todavía obtienen ventajas?

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